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Poetas

Gustavo Adolfo Becquer

Como se arranca el hierro de una herida

su amor de las entrañas me arranqué,

aunque sentí al hacerlo que la vida

me arrancaba con él!

Del altar que le alcé en el alma mía

la Voluntad su imagen arrojó,

y la luz de la fe que en ella ardía

ante el ara desierta se apagó.

Aún turbando en la noche el firme empeño

vive en la idea la visión tenaz...

¡Cuándo podré dormir con ese sueño

en que acaba el soñar!

Yo me he asomado a las profundas simas

de la tierra y del cielo,

y les he visto el fin o con los ojos

o con el pensamiento.

Mas, ¡ay!, de un corazón llegué al abismo

y me incliné un momento,

y mi alma y mis ojos se turbaron.

¡Tan hondo era y tan negro!

En la clave del arco ruinoso

cuyas piedras el tiempo enrojeció,

obra de un cincel rudo campeaba

el gótico blasón.

Penacho de su yelmo de granito,

la yedra que colgaba en derredor

daba sombra al escudo en que una mano

tenía un corazón.

A contemplarle en la desierta plaza

nos paramos los dos.

Y, ése, me dijo, es el cabal emblema

de mi constante amor.

¡Ay!, y es verdad lo que me dijo entonces:

Verdad que el corazón

lo llevará en la mano..., en cualquier parte....

pero en el pecho no.

¡Los suspiros son aire y van al aire!

¡Las lágrimas son agua y van al mar!

Dime, mujer: cuando el amor se olvida,

¿sabes tú a dónde va?

Primera voz

Las ondas tienen vaga armonía,

Las violetas suave olor,

brumas de plata la noche fría,

luz y oro el día,

yo algo mejor;

¡yo tengo Amor!

Segunda voz

Aura de aplausos, nube radiosa,

ola de envidia que besa el pie.

Isla de sueños donde reposa

el alma ansiosa.

¡Dulce embriaguez

la Gloria es!

Tercera voz

la eterna canción

y al golpe del remo saltaba la espuma

y heríala el sol.

¿Te embarcas?, gritaban, y yo sonriendo

les dije al pasar:

Yo ya me he embarcado; por señas que aún tengo

la ropa en la playa tendida a secar.

Fatigada del baile,

encendido el color, breve el aliento,

apoyada en mi brazo

del salón se detuvo en un extremo.

Entre la leve gasa

que levantaba el palpitante seno,

una flor se mecía

en compasado y dulce movimiento.

Como en cuna de nácar

que empuja el mar y que acaricia el céfiro,

dormir parecía al blando

arrullo de sus labios entreabiertos.

¡Oh!, ¡quién así, pensaba,

dejar pudiera deslizarse el tiempo!

¡Oh!, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño!




Pablo Neruda

Te recuerdo como eras en el último otoño.

Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera.
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.



Mario Benedetti

Arco iris


A veces

por supuesto

usted sonríe

y no importa lo linda

o lo fea

lo vieja

o lo joven

lo mucho

o lo poco

que usted realmente

sea



sonríe

cual si fuese

una revelación

y su sonrisa anula

todas las anteriores

caducan al instante

sus rostros como máscaras

sus ojos duros

frágiles

como espejos en óvalo

su boca de morder

su mentón de capricho

sus pómulos fragantes

sus párpados

su miedo



sonríe

y usted nace

asume el mundo

mira

sin mirar

indefensa

desnuda

transparente



y a lo mejor

si la sonrisa viene

de muy

de muy adentro

usted puede llorar

sencillamente

sin desgarrarse

sin deseperarse

sin convocar la muerte

ni sentirse vacía



llorar

sólo llorar



entonces su sonrisa

si todavia existe

se vuelve un arco iris.






Acaso

Siempre me preguntas ¿ Qué es poesía ? Y que es lo que se necesita Para escribir un son de poetas Acaso, yo te pregunto por que sal...